La diarrea es uno de los problemas de salud del niño de mayor importancia, especialmente en los países en desarrollo.
Su incidencia global se mantiene invariable en 3,2 episodios al año por niño, a pesar del descenso de la mortalidad(1).
La diarrea infantil crónica y recurrente con la malnutrición causa la muerte de 4,6 millones de niños globalmente al año(2).
Entendemos por diarrea en el niño la reducción de la consistencia y aumento de la frecuencia o volumen de las deposiciones
y que produce en diferentes proporciones la pérdida de agua, electrólitos y nutrientes. La definición no puede ser precisa si no conocemos el volumen previo de las heces, dado que su cantidad y consistencia varía considerablemente
con la edad y en cada niño. En general se considera que volúmenes superiores a 10 g/kg/día o a 200 g/m2/día supondrían
diarrea. También hay que tener en cuenta que los padres observadores, sin recurrir a mediciones, se dan cuenta de las
deposiciones diarreicas.
La mayor parte de los episodios de diarrea se resuelven en una semana, pero un pequeño número, especialmente en los países en desarrollo, requieren más tiempo. Aunque no existe un límite de duración que de forma consistente separe la diarrea aguda de la crónica, cuando el episodio de diarrea dura más de 14 días la OMS la define como diarrea persistente y muchos autores la consideran crónica cuando dura más de 30 días o cuando ocurren tres o más episodios de diarrea de corta duración en dos meses(3).Hay que comprender que una diarrea aguda suele estar en el comienzo de una diarrea persistente o crónica.