Definimos la diarrea aguda como un “proceso, habitualmente autolimitado, que se caracteriza por el aumento en el
volumen y número de las deposiciones, junto a una disminución de su consistencia habitual”(1). Si se prolonga más de
dos semanas hablaremos de diarrea prolongada, considerando que es crónica por encima de 6-8 semanas. Suele ir acompañada
de una disminución más o menos importante de peso y una pérdida anormal de agua y electrólitos por las heces.
Dado que las deposiciones son variables de unos individuos a otros, a título orientativo detallamos el peso normal de las
heces en la tabla I. Las infecciones intestinales son la causa de la mayoría de episodios de diarrea aguda esporádica, e
inciden más en los dos primeros años de la vida del niño por su inmadurez digestiva, metabólica e inmunológica. Asimismo,
en ese grupo de edad existen unas elevadas necesidades nutricionales, precaria adaptación al ambiente y labilidad hidroelectrolítica, lo que obliga a instaurar una pauta terapéutica lo más precoz posible para evitar la malnutrición,
que a su vez favorece y agrava la diarrea.
Esta patología ha sido a lo largo de la historia una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en la infancia y, aunque en la actualidad su incidencia y gravedad han disminuido, gracias al progreso en las condiciones higiénicas y sanitarias, continúa representando un problema frecuente ocasionando numerosas consultas, incluso en países desarrollados, y siendo una causa importante de mortalidad en todo el mundo(2). La diarrea aguda es el tercer motivo de consulta más frecuente, después de la fiebre y la tos, tanto en los servicios de urgencias hospitalarios como en los centros de atención primaria. Alrededor de un billón de episodios de diarrea aguda ocurren cada año en niños, con una media anual de al menos tres procesos en menores de 5 años de
edad, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No obstante, el uso de soluciones de rehidratación oral (SRO) ha tenido un significativo efecto sobre la mortalidad en los últimos 20 años, especialmente en países en vías de desarrollo, pasando de 4,5 millones de muertes anuales en 1979 a 1,6 millones en el año 2002(3).