Los conocimientos iniciales acerca de la fisiología intestinal procedían de la extrapolación de los resultados experimentales y de los escasos datos obtenidos en pacientes con fístulas a diversos niveles del tubo digestivo. A mediados del siglo XIX se conocía bien el funcionamiento del páncreas y de la bilis, mientras que los procesos intraluminales y epiteliales se sospechaban y era evidente que su conocimiento permitiría profundizar en los mecanismos de las enfermedades
y por lo tanto en su tratamiento(1). Más adelante, los estudios realizados con polietilenglicol para la valoración del contenido intestinal a partir de las fracciones recuperadas del tubo digestivo en sanos y en enfermos permitieron afirmar que el ser humano adulto y sano digiere y absorbe casi la totalidad de los principios inmediatos aportados por una comida homogeneizada(2). Posteriormente, con la realización de biopsias intestinales, se comprobó que muchas de las funciones, supuestamente realizadas por el llamado jugo intestinal,
se llevaban a cabo realmente por el propio enterocito surgiendo así el concepto de “superficie digestiva” (Tabla I)(3).
Esto, junto con el estudio de ciertos cuadros clínicos ocasionados por las alteraciones de la digestión y absorción de los hidratos de carbono, dio lugar al conocimiento de los transportadores y cotransportadores(4), lo cual ha sido posteriormente una importante vía para comprender la fisiología gastrointestinal.
En fechas recientes se ha ido profundizando en el estudio de los mecanismos de digestión y absorción y se han ido describiendo los defectos moleculares que dan origen a los distintos cuadros clínicos(5), con todas las implicaciones que esto conlleva, así como el efecto de los distintos alimentos en la nutrición de algunas células intestinales y su efecto sobre la expresión génica del enterocito(6).
La digestión y absorción de los nutrientes tienen lugar a lo largo de todo el tubo digestivo pero sobre todo en distintos tramos del intestino delgado, donde tras complejos procesos químicos intraluminales se produce la entrada en el enterocito y desde allí los productos absorbidos se distribuirán para realizar sus funciones metabólicas nutricionales.
Tanto el mecanismo de digestión y absorción como el lugar en que se llevan a cabo son específicos para cada nutriente (Fig. 1). Para que la función intestinal se pueda realizar se requiere una integridad anatómica y funcional completa del tubo digestivo, una adecuada secreción biliar y una función normal del páncreas exocrino así como una correcta actuación del sistema nervioso autónomo que lo regule